INTRODUCCIÓN
San Agustín habló de la meta de
la historia como «el gran sabbat que no tiene noche». Él concluyó sus confesiones
con una declaración sobre el significado del sabbat como la meta de la
historia:
(XXXV). 50. Señor Dios, dadnos la paz puesto que
todas las cosas nos habéis dado, la paz del descanso, la paz del sábado, la paz
sin tarde. Pues ello es así que todo este orden hermosísimo de las cosas en
extremo buenas, cumplidas sus medidas, ha de pasar: ha de tener, pues, mañana y tarde.
(XXXVI). 51. Mas el día séptimo
es sin tarde y no tiene ocaso, porque Vos lo santificasteis para sempiterna
permanencia; para que, lo mismo que Vos, después de vuestras obras sobre manera buenas, con todo y haberlas hecho en reposo, descansasteis el día séptimo, nos amoneste por
adelantado vuestro Libro, que también nosotros, después de nuestras obras, por
eso sobre manera buenas, porque Vos nos las otorgasteis, el sábado de la vida
eterna descansaremos en Vos.
(XXXVII). 52. Porque también Vos
reposaréis entonces en nosotros, así como ahora trabajáis en nosotros; y de tal
manera aquel descanso será vuestro por nosotros, como ahora estas obras son
vuestras por nosotros. Más Vos, Señor, siempre obráis y siempre reposáis. Ni
veis por un tiempo, ni os movéis por un tiempo, ni reposáis por un tiempo; y,
sin embargo, Vos hacéis que veamos en el tiempo, y el tiempo mismo, y el
descanso después del tiempo.
(XXXVIII). 53. Nosotros, pues,
vemos estas criaturas que Vos hicisteis porque son; mas, por-que Vos las veis,
ellas son. Y nosotros por fuera vemos que son, y por dentro que son buenas; mas
Vos, después de hechas, las veis en Vos mismo, donde visteis que habían de ser
hechas. Y nosotros posteriormente nos sentimos movidos a hacer bien, después
que nuestro corazón concibió del Espíritu vuestro; pero anteriormente nos
movíamos a obrar mal abandonándoos a Vos. Más Vos, Dios solo bueno, nunca cesasteis
de hacer el bien.
Y alguna de nuestras obras,
justamente por dádiva vuestra, son
buenas, pero no son eternas; después
de ellas esperamos reposar en
el gran día santificado por Vos (véase Gn 2, 3). Mas Vos, Bien, que no
necesitáis de otro bien, siempre estáis en reposo, porque Vos mismo sois
vuestro reposo. Y esto, ¿cuál de los hombres lo dará a entender a otro hombre?
¿Qué ángel a otro ángel? ¿Qué ángel al hombre? A Vos se ha de pedir, en Vos se ha de buscar, a vuestra puerta se ha de llamar. Así, así se recibirá, así se
hallará, así se nos abrirá (Mt.7,
8). Amén.
Westcott habló del reposo del
sabbat de Hebreos 4: 9 como «un reposo que cierra las múltiples formas de
preparación y obra terrenal (el Hexamerón del esfuerzo humano); no un sabbat
aislado sino una vida de sabbat.
El reposo del sabbat responde a
la creación como su consumación apropiada». Wescott, citando a San Agustín,
llamó entonces la atención a los comentarios rabínicos:
Los maestros judíos se
empantanaron en el significado simbólico del sabbat como prefigura del «mundo
venidero». Un pasaje citado por Schoettgen y otros se puede citar: «El pueblo
de Israel decía: Señor del mundo entero, muéstranos el mundo por venir. Dios,
bendito sea, respondía: Tal patrón está en el sabbat» (Jalk. Rub. p. 94, 4). En esta conexión la doble base que se da para
la observancia del sabbat, el reposo de Dios (Éx 20: 11) y la liberación de
Egipto (Dt 5: 15), halla su confirmación espiritual. El reposo final del hombre
responde a la idea de la creación realizada después de la caída por la redención.
Este concepto del sabbat no solo
es la enseñanza de los padres de la iglesia como Agustín y los rabinos, sino
también de los comentaristas protestantes modernos.
Lenski, que señaló que «Dios
descansó “de sus obras” (no su “trabajo”)», notó que fue el reposo ordenado
eterno desde antes de la creación. Schneider notó además que este “reposo” no
es una bendición anhelada que elimina toda actividad. Es más bien el “reposo
activo” (Lutero) en el cual la iglesia perfeccionada adora y alaba a Dios».
HEBREOS 3 Y 4 SON EL CIMIENTO DE ESTA
INTERPRETACIÓN DEL SABBAT.
Canaán, la Tierra Prometida, era
una prefigura del verdadero sabbat, pero el verdadero sabbat no se podía
identificar con ella. Más allá de todos los tipos, «queda un reposo para el
pueblo de Dios» (He 4: 9), o, también se puede traducir, permanece un sabbat, o
un reposo de sabbat, para el pueblo de Dios. Como Moulton notó en cuanto a Hebreos
4: 10, «el reposo del sabbat del hombre empieza cuando entra en el reposo de Dios
(Gn 2:2); puesto que esa fue la meta de la obra creadora, para el pueblo de
Dios este reposo es la meta de su vida de “trabajo”».
Ahora se pueden hacer ciertas
observaciones generales respecto al sabbat. Primero, lo anterior deja en claro que el sabbat siempre ha
tenido referencia al futuro.
EL PATRÓN DEL SABBAT ESTÁ EN EL PASADO, EL SABBAT DE LA CREACIÓN.
La entrada al sabbat también está en el pasado; para Israel, fue la
redención de Egipto; para la iglesia, está en la resurrección. El cumplimiento del sabbat está en la
nueva creación. El sabbat es un reposo presente,
basado en eventos pasados, con
una referencia y cumplimiento futuros.
Segundo,
y
estrechamente relacionado a la reverencia futura del sabbat, la ley de sabbat
requería providencia, o sea, un
pueblo providente. Debido a la naturaleza de corto plazo de la deuda, se podían
contraer solo deudas de emergencia.
En cada siglo, dieciséis años
eran sabbat, incluyendo dos años de jubileo. Aunque Dios prometió una cosecha
abundante por fidelidad a su ley, era necesario que el hombre usara esa
abundancia con providencia, o no podría vivir. La providencia en la
administración quiere decir, claro, una perspectiva orientada al futuro.
En lugar de una economía
orientada al pasado y centrada en el consumo, el sabbat producía una sociedad
centrada en la producción, orientada al futuro, y consciente del reposo. Una
sociedad providente puede reposar con paz y seguridad, y una sociedad
productiva puede disfrutar del reposo.
Tercero,
una sociedad
orientada al sabbat da reposo mejor.
Hace una generación, los ferroviarios en los Estados Unidos de América
trabajaban siete días a la semana, diez horas al día, cada día del año. Por
supuesto, tales condiciones de trabajo eran antibíblicas y, en términos de ley
bíblica, criminales. Claro, los potentados ferroviarios eran en general hombres
totalmente réprobos. Cuando el cuarto mandamiento decreta como ilegal negarle
incluso a la tierra y a los animales domésticos su sabbat, ¿cuánto mucho más
negarle el reposo al hombre? Y sin embargo, las horas más cortas de trabajo,
las vacaciones pagadas, semanas de trabajo de cinco días de ocho horas, no les
han dado a los hombres verdadero descanso.
El aumento de ataques cardíacos,
úlceras y otras dolencias y enfermedades inducidas por el estrés dejan en claro
que el cambio en las condiciones de trabajo no le ha servido de nada al hombre.
Porque el antiguo orden, impío
como lo era, todavía estaba más cerca de la fe y orden cristianos, el hombre
tenía una mayor capacidad para reposar que la que tiene el hombre a finales del
siglo XX, a pesar de la iniquidad de las condiciones de trabajo. En una
sociedad orientada al sabbat, el hombre providente que vive libre de deudas,
halla reposo en Cristo y es capaz de trabajar y de relajarse tiene una paz y un
gozo en la vida que una generación frenética no tiene.
Pero, cuarto, puesto que toda ley tiene referencia al futuro, y es en
esencia un plan para el futuro, la ley del sabbat es un plan para el mundo del
mañana. La ley bíblica procura eliminar el mal y abolir la pobreza y las
deudas. La ley del sabbat tiene como propósito
la re-creación del hombre, los animales, la tierra y la creación entera.
El sabbat, pues, revela el diseño y la dirección de la ley: es una proclamación
del futuro que la ley está estableciendo.
En fin, aunque Colosenses 2:16,
17 deja en claro que los formalismos de
la observancia del Antiguo Testamento han terminado, la esencia de la ley sigue
vigente y es básica a toda la ley bíblica.
El pensamiento que no es
cristiano, cuando se orienta al futuro, enfrenta una doble penalidad. Primero, está atado al pasado. La
revolución de los «derechos civiles», por ejemplo, tiene solo el sentido más
vago de las cargas de responsabilidad que toda persona pensante en términos de
realidad y del futuro debe tener.
Los revolucionarios de los
«derechos civiles» hablan interminablemente de males pasados, no simples males
reales o imaginarios de su propia experiencia, sino también de todos los males
que ellos piensan que sus antepasados sufrieron. De manera similar, algunos
hombres sindicalizados, cómo los indígenas estadounidenses, se empantanan
interminablemente en la historia pasada antes que en la realidad presente.
Su incapacidad de vivir en el
presente quiere decir una incapacidad radical de hacerle frente al futuro.
Segundo,
el que no es
cristiano, al enfrentar el futuro, en el mejor de los casos es utópico e
irreal. Como señaló Mumford, «toda utopía era una sociedad cerrada para la
prevención del crecimiento humano». Al hombre se le reduce al hombre económico
y se le ve en términos de un externalismo que destruye al hombre.
El utopismo no solo presenta un
cuadro ilusorio y peligroso del futuro, sino que también distorsiona y destruye
el presente. El utopismo no le da al hombre ninguna ayuda mientras trabaja
hacia el futuro; le da ilusiones que engendran solo sacrificio y trabajo
innecesarios y no producen nada que no sea el caos social.